Creo en Dios Padre, como también en Dios Madre.
Creo en el Dios de toda humildad,
de toda humillación, en el Dios de toda mansedumbre, en el Dios que se
engrandece en la debilidad de su pueblo. Creo en Dios Creador de toda belleza,
del cantar de los pájaros, de las dulces frutas, de la pasión desbordante de
los amantes, del beso tímido, del calor de hogar. Creo en Dios Madre Creadora de la voluntad
popular, de las protesta justa, de la aurora boreal, de la noche tibia.
Creo en Jesús de Nazaret, su hijo. Nuestro compañero,
nuestro hermano, nuestro igual, que nació de la joven María. Mujer silenciada y
apartada de la sociedad, por las normas patriarcales de su tiempo. Pero que su
hijo Jesús dignifico y dio voz.
Creo en Jesús de Nazaret, quien padeció la persecución
del templo, el statu quo, la norma,
la ley, los sacerdotes, el dinero, el imperio. Creo en Jesús perseguido,
torturado, silenciado, asesinado. Creo en Jesús hombre, en Jesús pobre, en Jesús
injustamente sentenciado, en Jesús coartado por visiones miopes y estatutarias.
Creo en Jesús crucificado y creo
Jesús resucitado. Resucitado en la sonrisa de los niños, en la justicia hacia los
pisoteados por un mercado voraz, de los que vuelven del exilio, de los que se
liberan del consumo, de los que día a día aman vivir.
Creo en Jesús resucitado y
sentado a la izquierda de Dios toda Misericordia y desde allí nos llama a
trabajar aquí y ahora en la construcción de su desclasado reino de amor. Creo
que acudirá pronto a disfrutar de su banquete prometido.
Creo en su Gracia y gratuita
entrega por este planeta.
Creo en el espíritu santo que
ronda cual soplo cada calle, hogar, prostíbulo, mercado, campo, cárcel, palacio
y rancho. Creo en luchas locales y un espíritu en común.
Creo en la comunión de los santos
y santas, cuando aquellos y aquellas sólo buscan la Gracia de Dios y las
ultimas bancas del templo. Creo en una santa iglesia, cuando esa santa iglesia
se aleja del dinero, no negocia evangelio por euros, cuando camina por las
calles y evita reuniones rimbombantes. Creo en la santa iglesia cristiana,
cuando realmente es iglesia y renace semana a semana en el culto fraternal.
Creo en la iglesia cristiana cuando tiene más dudas que verdades absolutas.
Creo en una santa iglesia cristiana cuando no juzga, sino más bien perdona.
Creo en el perdón mutuo y
constante.
Creo en la vida digna.
Creo en la vida simple
Creo que tu Dios y mi Dios, es el mismo Dios ayer, hoy y siempre por los siglos
de los siglos.
Amén.
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