Un buen amigo
me pidió un favor, ya que, se encuentra fuera de la civilización.
La amistad
muchas veces requiere de sacrificios y esta fue una ocasión de esas.
Así que, partí al MALL.
(han notado que MALL se escribe parecido a
MAL, sí que lo han notado. ¿Cierto?)
La tarde
invitaba a solo caminar por las calles ñuñoinas
divagando sobre la vida y sus devenires, conversar en la terraza de algún bar
o café, jugar en los parques, fumar lo que quieran fumar, andar en
bicicleta, en resumen la tarde esta increíble según mi percepción.
Pero la
amistad requiere a veces sacrificios y esta fue una ocasión de esas.
Pues bien, me arme de valor y camine al
“MAL” perdón MALL.
Aquel templo del consumo y el
neo-liberalismo.
Mientras
las puertas automáticas se abrían invitándome a ser parte de la liturgia del
crédito y la deuda, pensaba que solo entro a estos lugares cuando debo comprar
algo en algún supermercado o acompaño alguien a endeudarse.
Años que no
entraba a un MAL perdón MALL.
Y me
detenía a reflexionar sobre este templo, lleno de sacerdotisas y sacerdotes
vendiendo felicidad envasada, rápida, luminosa y en cuotas.
(Obviamente
aquellas sacerdotisas y aquellos sacerdotes son unas victimas más de aquel
templo que pide sacrificio. Sacrificios de sudor, sangre y crédito con tasas de
intereses que ayudaran a activar la economía nacional y calmar los nervios de
los inversionistas)
Ahí estaba yo, en el centro MAL, perdón MALL.
Viendo
como los feligreses entraban a los distintos sub-templos llevando sus ofrendas
en efectivo, cheque o más práctico aun, en tarjeta, y es mejor, porque acumulan
el doble de puntos.
Entre más
puntos, el dios consumo les concede algún deseo de satisfacción fugaz: alguna
cafetera, una tostadora u otro artefacto que nos durara un par de meses, ahora
bien, si es un fiel feligreses y lleva sus ofrendas al día el amoroso dios
consumo le dará al pasaje en avión, pero será necesario sacar un crédito para
pagar el alojamiento.
El dios
consumo lo piensa todo muy bien.
Quiere
tener a sus feligreses felices comprando, endeudándose y llenándose de
innecesarios artefactos tecnológicos que sólo van ocupando espacios en las
repisas que debemos fabricar comprando los materiales en otro templo de
consumo, donde nos dicen: “compre acá, endéudese y hágalo Ud. Mismo, no se
sienta tan inoperante”.
Es un templo muy bien distribuido, hay lugares para los niños, jóvenes, alguna librería para los intelectuales, cafés. Un lugar mega inclusivo, luminoso y temperado, sólo se pide un requisito caminar por sus pasillos intentar comprar y sentir la satisfacción que nos da el poder adquisitivo.
El dios
consumo tiene un envidiable templo de individualismo y felicidad envasada en
cuotas.
No pude
completar mi misión, lo que fui a buscar estaba agotado.
Por lo
que feliz deje el templo, con sus feligreses vestidos para la ocasión, sus
sacerdotes y la dinámica del doble de puntos por ofrendas en tarjeta de
crédito.
Al salir, mire hacia atrás y recordé porque no me gustan los MAL, perdón MALL, porque los evito.
Es triste
ver, como nos hacemos cada vez más individuales y vendemos el alma al consumo.
También
lo hago, todos los hacemos.
Hoy por
hoy, se hace inevitable no ser parte de ese consumo, pero intento aquel lugar
no sea mi templo y no sea el sitio donde comparto sueños y anhelos.
Sí, MALL se escribe parecido MAL y no es casualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario