Hoy
amaneció raramente igual que todos los días. El sol saliendo de este a oeste,
el reloj moviendo sus manecillas hacia la derecha, el gato exigiéndome con sus
maullidos salir del dormitorio y viendo anónimos, derroteros y cansados rostros
en el Transantiago.
En
definitiva, hoy amaneció raramente igual que todos los días. Amaneció tan
raramente igual que comprobé que estaba rutinariamente vivo.
Rutinariamente
me levante.
Rutinariamente entre a la ducha.
Rutinariamente tome el café, leyendo noticias indigestadas.
Rutinariamente camine al paradero de siempre y vi las mismas caras de personas con quienes jamás cruzare palabras.
Rutinariamente tome el bus.
Rutinariamente leía, escuchaba música e intentaba soñar.
Rutinariamente estaba en la rutina.
Rutinariamente vivo.
Rutinariamente entre a la ducha.
Rutinariamente tome el café, leyendo noticias indigestadas.
Rutinariamente camine al paradero de siempre y vi las mismas caras de personas con quienes jamás cruzare palabras.
Rutinariamente tome el bus.
Rutinariamente leía, escuchaba música e intentaba soñar.
Rutinariamente estaba en la rutina.
Rutinariamente vivo.
Pero
no pierdo la esperanza que el sol mañana salga por la izquierda y haga un
pequeño homenaje a quienes están en el bando de los apartados. Que el reloj
mueva sus manecillas al revés, para que así, por alguna oportunidad ganemos
tiempos y no lo perdamos. Tengo la esperanza que mi gato me ladre y comprobar
que también hay animales bilingües. Pero por sobre todo anhelo ver rostros
anónimamente-conocidos, derrotadamente-victoriosos y cansadamente-soñadores.
No
pierdo la esperanza que mañana, mi amanecer sea rutinariamente sorprendente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario